Las protestas sociales no son algo nuevo, de hecho, forman parte de la historia universal y muchos movimientos se caracterizaron por usarlos para defender sus ideales. Muchas veces su visión de las cosas alteraba el status quo, por lo tanto causaban polémica y eran mal vistos por algunos estratos de la sociedad.
En estos últimos meses los estallidos sociales se han hecho sentir en todo el mundo, en función de exigir o reivindicar algunos derechos que pudieren ser atropellados por el Estado (en la mayoría de los casos) o de grupos sociales.
Barcelona, Chile, Brasil, Ecuador, Bolivia y Colombia son algunos de los lugares en los que la población se ha hecho sentir, reclamando sus derechos, las garantías que por ley merecen, es decir, luchan por vivir en un mundo más justo, en donde su dignidad como personas no sea pisoteada. Sin embargo, debe recordarse que cada caso es diferente, cada lucha posee una consigna única, aunque en esencia el fin es una mejor calidad de vida. Dado que el descontento social es prácticamente mundial, la solidaridad para con estas luchas es notoria. Muchos salvadoreños se preguntan ¿cómo es posible que sus connacionales no reaccionen igual? Ya que, El Salvador tiene una problemática social bastante latente que no es exclusiva a la delincuencia, se extiende a diferentes ramas, como el alto costo de la vida, descontento con las pensiones, desempleo, exclusión social, mala salud pública (tanto mental como física), entre otros. No obstante, aunque tenga problemáticas similares a las regiones anteriormente mencionados, no se genera una acción colectiva de tal magnitud porque los problemas que se viven en El Salvador, son percibidos a escalas diferentes en función del poderío económico, empatía social y demás.
Algo que no debe dejarse de lado es que, las exigencias de los pueblos de América del Sur han estado encaminadas a suplir necesidades que le afecta a la gran mayoría, por ejemplo, en Chile, la gota que derramó el vaso fue el alza al pasaje del metro, pues la gran base social, usa transporte público. A partir de esto, se puede inferir que para que una movilización de tal magnitud haga réplica en El Salvador, debe haber un catalizador que afecte a la mayor parte de la población, una de esas posibilidades podría ser el alza del precio del pasaje de buses y microbuses[1]; pues, aunque la administración Bukele tiene una oposición que se muestra bastante fuerte, no es suficiente el alcance que posee, es por ello menester, que la oposición no ataque a los seguidores del presidente, sino que exponga sus puntos de vista de manera clara y respetuosa, motivando a los ciudadanos a que conozcan más sobre la política y la gestión de los fondos de públicos, por ejemplo en lo relativo a ¿por qué varios funcionarios no han declarado su patrimonio a probidad? Y ¿quién le pago el viaje a Osiris Luna? De esa manera, se busca atacar problemas tangibles no personas públicas, creando un espacio en que se incentive a las personas a construir un mejor El Salvador.
Solo disipando las diferencias, se logrará una causa en común.
Es erróneo tratar de moldear el pensamiento de las personas a base de insultos, eso solo vuelve más fuertes las divisiones que se han impuesto, fomenta la exclusión social. Basta de tildar de ignorantes a las personas que no ven la magnitud de un acontecimiento de la misma manera que tú, intenta de fomentar un diálogo sano en el que ambos puedan aprender.
El Salvador (y el mundo entero) necesita más diálogo constructivo que divisiones sociales.
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[1] Esta posibilidad se menciona personalmente, debido a que desde hace algún tiempo los dueños de las líneas de transporte público han solicitado que se aumentar el precio del pasaje (Para ver más leer:https://www.elsalvador.com/eldiariodehoy/aeas-insiste-en-que-les-permitan-cobrar-una-tarifa-sin-subsidio/661075/2019/ )
Foto tomada de BBC Mundo
