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  • Foto del escritorAngélica Vaquero

Cultura en peligro de extinción

Quiero hacer referencia a una situación que se ha suscitado en mi país, El Salvador. Según el periódico digital El Faro, -que dice literalmente- “la ministra de Medio Ambiente, Lina Pohl, dijo hoy que el proyecto habitacional Acrópoli, ubicado entre los municipios de Sonsonate y Nahuilingo, se desarrolla sin permiso. El MARN otorgó en 2007 un permiso para lotificación, no para construcción de viviendas, dijo Pohl. "Lo que se ha hecho no tiene nada que ver con lo que estaba en el permiso original. Por eso dimos la orden de parar", dijo la ministra, quien llegó acompañada de la Fiscalía General.

La Fiscalía acusa a la constructora Inversiones Fénix -ligada al grupo Salazar Romero- por la destrucción de Tacuscalco, uno de los sitios arqueológicos más importantes del país, ubicado en un terreno colindante al proyecto habitacional. Pohl también detalló que investigan si la construcción ha contaminado un río de la zona.”

Construcciones que vienen en detrimento de nuestra cultura, nuestro legado, mutilan una parte de nuestro ser. Empero, ¿alguno de nosotros sabe con exactitud lo que somos? Y no, no estoy hablando de cuestiones filosóficas sino del conocimiento colectivo de la historia de la región.

Por supuesto que este no es un problema nuevo, sino que lleva años dentro del sistema educativo ¿acaso se nos ofrece las bases históricas necesarias para defender y amar a nuestra patria? Desde mi punto de vista, la respuesta es ¡no!, la mayoría de docentes no logran incentivar a sus estudiantes a un desarrollo de un pensamiento crítico de las vivencias pasadas del territorio salvadoreño; los programas educativos distribuidos y redactados por el MINED son muy escuetos en las cuestiones realmente importantes como por ejemplo el levantamiento indígena campesino de 1932 o el más desconocido levantamiento de Anastasio Aquino, por qué los salvadoreños admiramos a líderes de otros países como Martin Luther King, Fidel Castro, Ernesto “el Che” Guevara – quienes no dejan de ser importantes- y exaltamos las cualidades de países como Estados Unidos de América pero no conocemos – o peor aún - , para algunos, resulta tedioso e innecesario conocer a líderes como Francisco Morazán o Prudencia Ayala.

Gracias a esa apatía extendida en la sociedad civil, se observan innumerables ilícitos a diario, entre estos, al que hago mención en los párrafos anteriores, ¿es solo la avaricia humana capitalista la que ha destruido el centro arqueológico? Claro que no, los fenómenos sociales, casi todos, son multicausales, es decir, atienden a diversas fuentes de generación, pues si los dirigentes políticos entendieran la importancia de las ruinas arqueológicas, podrían haber defendido de manera más sólida el patrimonio del Estado, a su vez si los ciudadanos entendiéramos la magnitud de la destrucción, la sociedad civil pudo haber ejercido presión directa.

Personalmente creo que es culpa de todos y cada uno de los habitantes de El Salvador de no conocer ni interesarse por su historia. Acepto mi cuota de culpa.

¿Es acaso que la población permanece en un letargo involuntario pero dirigido por las personas que obtienen beneficios de este?


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